Historias mínimas

El encuentro con cada uno de los entrevistados fue especial. Entre cafés, mates y viajes, algunos detalles durante el proceso de producción son imborrables.

Con cara de circunstancia, el mozo volvió a la mesa y le dijo al entrevistado:

-Sale rechazada. No debés tener saldo.

El hombre, de unos 60 años, se había negado a ser invitado por nosotros. Se puso incómodo y atinó a sacar otra tarjeta. Hasta que el mozo entró a reírse y le explicó que era una cargada porque se acordaba quién era y lo admiraba. Esa charla que terminó entre risas también había pasado por las lágrimas y la tristeza. Fue uno de los primeros anuncios que tuvimos de que escribir Alerta Rojo – ¿A quién le importan las Inferiores? también era contar la historia de muchas personas.

Alrededor de las entrevistas giraron cientos de historias mínimas. Uno en Bernal nos hizo esperar un rato largo en la puerta de su casa porque estaba dormido. Otro se olvidó y se fue apenas terminó el entrenamiento; nos pidió perdón con un audio entrañable y coordinamos a los pocos días.

En Avellaneda esperábamos a un juvenil que no debutó en la Primera de Independiente en un Pertutti y nos dimos cuenta que estaba en la otra sucursal, a pocas cuadras. Valió la pena esperarlo: llegó acompañado de un amigo de las Inferiores, que también aportó su testimonio.

Tuvimos suerte en más de una ocasión. Entrevistando en un bar de Núñez a un ex entrenador nos encontramos a un ex coordinador general, con quien nos juntamos a los pocos días. Otra vez, en la cancha nos cruzamos con una de las más grandes glorias de Independiente, a quien no lográbamos contactar. Le preguntamos si tenía celular y respondió socarronamente:

-Ah, ¿me estás tratando de viejo?-

Hubo entrevistados que nos conmovieron. Como el que manejó más de 350 kilómetros para encontrarnos en La Trastienda, en San Telmo. Otro, después de un largo rato, nos pidió si lo podíamos alcanzar al hospital donde su madre estaba internada.    

El tiempo no siempre fue un aliado. Tuvimos que interrumpir una charla con un jugador porque el entrenador lo llamó para mostrarle videos del rival. El riguroso sistema de multas hizo que el entrevistado saltara de la silla del hotel donde estaban concentrando, pero a los pocos días seguimos la conversación por teléfono. Un ex entrenador, que prefirió no ser grabado, reforzó sus conceptos por WhatsApp para resumir la larga tarde de café en Caballito. Otra vez, en Avellaneda, un ex jugador se confundió la hora y llegó más tarde. Nos subió a su auto y nos llevó a un bar que le gustaba; en el trayecto lo saludaron casi todas las personas que estaban en la cuadra. En Gerli esperamos a que uno de los entrevistados terminara el día de pretemporada en un club de ascenso. La charla se extendió hasta que se hizo de noche y tuvimos que cortar porque debía comer con el resto del plantel. 

También hubo historias menos agradables. Como cuando un jugador contó al borde del llanto sus ganas de volver a Independiente. O cuando un ex dirigente se negó de mala manera a ser entrevistado porque no quería “volver a esa etapa donde el 95% de las cosas fueron malas”. O cuando tocó hacer una entrevista en el mismo lugar donde, días antes, sesenta chicos habían declarado por la causa de los abusos. 

En diferentes barrios y circunstancias; con gente de distintas clases sociales y ocupaciones, Alerta Rojo – ¿A quién le importan las Inferiores? también se gestó a través de las historias mínimas.